Este mes de marzo de 2016 se han cumplido 5 años del comienzo de la intervención directa de la OTAN contra el pueblo libio.
La intervención extranjera ya había comenzado desde varios frentes en febrero, con la manipulación de manifestaciones en Trípoli (el día 17 "día de la Ira") y la infiltración por las fronteras libias de mercenarios y fanáticos islamistas bien armados y entrenados, especialmente desde Egipto. Entre los islamistas fanatizados tuvieron un papel destacado como carne de cañón en la guerra contra los libios, los del grupo terrorista Al-Qaeda
En los primeros días los terroristas consiguieron
conquistar grandes extensiones del país, instalaciones petroleras y
algunas importantes ciudades, pero el ejército libio consiguió frenar
sus avances.
Para
masacrar al pueblo de Libia, la OTAN utilizó a su antojo a la prensa
mundial, resoluciones de la Liga Árabe, la Corte Penal Internacional, la
ONU y el Consejo de Seguridad de este último organismo.
A
últimos de febrero se decretaron embargos financieros, de armas y
mercancías contra Libia, pero a partir del 5 de marzo una contraofensiva
del ejército Libio que parecía imparable obligó a los regímenes
occidentales a redoblar sus esfuerzos por conseguir legalizar su
intervención directa contra los libios y el 17 de marzo de 2011
consiguió que se aprobase en el Consejo de seguridad de la ONU la
Resolución 1973 que incluía la creación de una "zona de exclusión
aérea" para evitar supuestos ataques aéreos contra la población civil
(cómo si el ejército libio no tuviera objetivos militares en los que
gastar su armamento, ya restringido por el embargo).
La Resolución también exigía un alto el fuego a Libia.
Horas después de la aprobación de esa Resolución, el gobierno libio,
por medio de su ministro de asuntos exteriores Musa Kusa, anunció un
inmediato alto el fuego acatando la resolución 1973 del Consejo de
Seguridad. Pero la OTAN hizo caso omiso de esta circunstancia.
El 19 de marzo varios representantes de gobiernos occidentales y de la
Liga Árabe se reunieron en París y Bruselas para concretar las acciones
militares con las que asesinarían a los libios.
Esa misma noche
comenzaban los bombardeos, que lejos de dirigirse al objetivo de que no
volasen aviones en la "zona de exclusión" se dirigieron contra las
tropas acorazadas y de infantería libias, así como contra
infraestructuras civiles como sus sistema hídrico, las ciudades y la
población en general.
Al final de la intervención, ya dirigida
completamente por la OTAN que había ido tomando el mando de toda la
operación rápidamente, se habían arrojado contra los libios miles de
misiles (sólo en la primera noche 110 misiles de crucero Tomahawk desde
submarinos) y toneladas de bombas, dejando el país completamente
destruido, con toda su población como víctima y decenas de miles de
muertos, heridos y refugiados que aún hoy siguen aumentando ya que el
país sigue estando en guerra desde entonces.
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